martes, 13 de julio de 2010

Algo que escribí durante mi hospitalización




Heme aquí, sentada frente al espejo viendo mi reflejo. Analizando lo que quiero y no quiero ser, rebuscando en los reflejos de mi generación los frutos de utopías desmoralizadas. Aparentemente hemos heredamos las libertades libertinas de pu~os alzados, de metralletas y misiles de una guerra estéril y nos acusan de tenerlo todo y no utilizarlo, de no producir con lo obtenido.

Estamos solos, dependiendo de una fantasía tecnológica. Disfrutando de un campo fructífero de consumerismo vital. Compra y venta de esa felicidad rentable. Se nos pide que creamos, que produzcamos, que amemos a ese prójimo invisible y lejano. Que aspiremos a seguir, que nos unamos, que sobrevivamos con dignidad a los despojos de las ideas místicas que nos han transmitido los mayores.

Y ante todo este berenjenal de mierda, en mi mente surgen más preguntas que ganas de pertenecer al sistema. Podría simplemente y como la mayoría, entregarme con un poco de rabia pero sin mucha protesta. Y aun que lo intento, este (el sistema) me repele, me escupe, me humilla y me recuerda que no me he formado como se supone. Que no soy lo suficientemente útil para sus fines. No vale para nada lo que tengo si no lo que me falta. Por más luchas que se han encarnado contra esto, al final el más fuerte, el más listo, el poderoso es el que logra sobrevivir, el que logra ser parte.

Lo demás se condena al olvido, a la periferia, a esa base embarrada de sobras de la cadena alimenticia. Y despierta en mí la violencia. Rabia contra ellos, contra los otros, contra el futuro, contra mí. Aunque al final todo se queda en vueltas erráticas e inútiles en mi mente, también se transforman en los sueños/pesadilla, esperanzas envenenadas de justicia arrebatada y tranquilidad profanada.

Quisiera transformarme en kamikasi, en explosión energética de destrucción, en aborto de una semilla podrida. Y así, de un cantazo, de un tajo, extender mi visión de justicia, manchar y marcar ese territorio mental que me han arrancado. Que todo este silencio que se cuece dentro de mí los despierte, los arrastre, los arrope, los destruya, y transgreda. Y aun que no cambie nada, aun que todo siga su curso insípido, habré dejado ese minuto obscuro que los haga reflexionar aunque sea por un segundo.

Escuchando: Bunbury - Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha


lunes, 12 de julio de 2010

La opción del suicidio


Llevo varios días flotando en una realidad creada por dosis recetadas. No sé si me sienta mejor. Creo que la definición más apta para mi estado emocional actual es de un coma funcional. Voy al baño, preparo comida, guio el carro, puedo mantener conversaciones más o menos normales… ante el que me rodea, Estoy.
Desde que nacemos se nos enseña a sobrevivir y a “respetar” las instituciones que la sociedad por gusto y gana ha decidido que son importantes e imprescindibles. Ni siquiera sabemos caminar y ya somos influenciados por esta para hacer lo que hay que hacer, para vivir en el mundo sin ser un inadaptado. Pero no todos alcanzan esa normalidad. Algunos antes y otros después comienzan a manifestar actitudes disfuncionales. Entonces, la sociedad toda poderosa, creadora, guía, modelo, benefactora del orden y de la normalidad, comienza a crear nichos para estos potenciales destructores del bien común. A estos se le busca soluciones, formas de volverlos adaptar a la normalidad, incluso crean grupos de normales para intentar cambiar lo que no es normalizadle. Al final, todo se queda en intentos. Lo que no es como debería ser nunca cambia. Apartarlo o destruirlo es la única opción.
Hace años me di cuenta que no encajaba en el grupo de la norma. No es que me quiera presentar como alguien especial, pues esto nunca me ha hecho sentir complacida, orgullosa o feliz. Simplemente he estado consciente de que mi forma de pensar, sobre todo mi visión fatalista continua, me ha acompañado a lo largo de los anos. Mientras otros calculaban cuando se iban a casar, cuando tendrían hijos, cuando se graduarían de la universidad, cuando se independizarían, yo siempre pensé que no pasaré de los 30 años.

No escribo esto como nota suicida. Ni siquiera sé cuándo ocurrirá. Creo que es una forma más de entender que soy y que es lo que siento y lo que la sociedad espera que yo sienta. Lo que soy y las decisiones que tome en los próximos anos creo que se ven más claras escritas. He luchado y por ahora creo que lo seguiré intentando pero creo que estos impulsos son reacciones del cerebro de disfrazar lo incuestionable. Cuando uno no encaja en la sociedad debería tener opciones reales para poder abandonarla. La mayoría de estas son violentas, denigrantes y dolorosas, Simplemente considero que la opción del suicidio debería ser uno más agradable y pacífica.

Escuchando: No Fun by Sex Pistols
Leyendo: Auge y Caída de las Grandes Potencias de Paul Kennedy

sábado, 10 de julio de 2010

La palabrita con P



No recuerdo cuando fue la primera vez que la escuche. Creo que fue cuando empecé a estudiar en escuela pública en 6to grado. Por razones económicas mis papás decidieron matricularme en la escuela donde mi mamá daba clases y allí fue cuando comencé a desarrollar mi hoy vasto y colorido vocabulario “vulgar”. Así también descubrí esa palabra que arrastra con ella tanto peso, violencia y odio: PUTA. Con ella se marca y se insulta. Así cagamos nuestras ideas morales y con estas embarramos a una mujer. Nuestro vocabulario boricua se ha encargado de convertirla en un sello distintivo de la fémina que comparte con más hombres de los que nuestra conciencia religiosa acepta, de la mujer que expresa sus deseos, de la que no está de acuerdo con nosotros y se encarga de decirlo. Abarca más que la prostitución pues se encarga de recordarnos que una mujer debe ser comedida, no debe expresarse con palabras soeces y siempre debe ofrecer una sonrisa cálida y amable. Porque para apaciguar nuestras frustraciones e inseguridades, para manifestar nuestros deseos reprimidos, ahí está la puta. La que nunca nos dio o por el contrario la que nos dio demasiado. ¿Hay una cifra específica de acciones por las que a una mujer podría ser examinada para que se le pueda llamar PUTA o es simplemente dejarse llevar por nuestros niveles de ignorancia y machismo generacional?¿Cuál es esa conexión con Dios o con quien sea que nos dice quien es una PUTA.?


-Creo que lo soy.

sábado, 3 de julio de 2010

visiones ordinarias

Según el Diccionario de la Lengua Española – Vigésima segunda edición:

visión.
(Del lat. visĭo, -ōnis).
1. f. Acción y efecto de ver.
2. f. Contemplación inmediata y directa sin percepción sensible.
3. f. Punto de vista particular sobre un tema, un asunto, etc.
4. f. Objeto de la vista, especialmente cuando es ridículo o espantoso.
5. f. Creación de la fantasía o imaginación, que no tiene realidad y se
toma como verdadera.

ordinario, ria.
(Del lat. ordinarĭus).
1. adj. Común, regular y que sucede habitualmente.
2. adj. plebeyo (‖ que no es noble).
3. adj. Bajo, basto, vulgar y de poca estimación. U. t. c. s.

Comienzo este experimento como método de exposición de ideas, pajas mentales, colores y sabores. Lo más probable lo abandone prematuramente como muchos otros proyectos en mi vida, pero al menos me mantendrá entretenida por unos cuantos meses.